Revista Social Fronteriza ISSN: 2806-5913 | doi: 10.59814/resofro.2024.4(2)e255
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solidificados en el principio de racionalización, el cual, según Martínez (2011), concebía un
sistema de restricciones, apreciaciones, direcciones y metódica. Cuyo embudo epistémico,
no daba contexto, para la manifestación existencial, conexa, redituable y ecológica del ser
humano; su naturaleza subjetiva, era supeditada por el capital intelectual, donde la hegemonía
de lo creíble, consistente, trascendental y confiable, era el hacer ciencia desde la
verificabilidad, demostración, evaluación, todo aquello que concurría en las coordenadas
Newtonianas de masa, tiempo y espacio.
Por un momento, se adopta un ciclo interactivo, en el que la visión paradigmática se convierte
en un idioma, pero el entorno, haciendo ciencia, es o se convierte en un culto, lo que suaviza
la verdadera naturaleza del paradigma en la percepción de sus múltiples existencias,
configurando una “paradoja” de cómo inhibir el pensamiento científico, la construcción y los
programas multifocales, olvidando las ciencias sociales y las humanidades. Esta realidad,
según Llovera (2021), se posicionan como únicas y polivalentes maneras de acceder al
mundo cognoscible, negando la existencia de otras perspectivas epistémicas.
Estos principios de interacción y redes, permiten generar un sistema formativo donde los
estudiantes sean capaces de conceptualizar, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar información
a través de las experiencias constitutivas, así como para obtener opiniones y acciones
informadas. Desde su visión, el pensamiento crítico tiene dos componentes: por un lado, un
bioma de habilidades para generar y procesar información, y por otro, el hábito de utilizar
estas habilidades para guiar el comportamiento. (Scriven y Paul, 2003).
En la educación continua, el pensamiento crítico implica la capacidad de examinar
problemas, preguntas o situaciones, integrar información válida sobre ellos, llegar a
soluciones o hipótesis y justificar proposiciones; implica evaluar el proceso que conduce a
una decisión, por lo que requiere “tiempo, energía, habilidad y dedicación” (Petress, 2004,
p. 44). Los autores añaden que en la definición de pensamiento crítico deberían incluirse los
siguientes criterios: adecuación, relevancia, fiabilidad, coherencia, puntualidad,
disponibilidad y objetividad.
En la formación, se incluyen las siguientes características para un pensador crítico: evaluar
argumentos, sentir curiosidad por nuevas soluciones, comparar opiniones con hechos y
brindar retroalimentación, hasta que todos los hechos hayan sido recopilados y considerados
en base a la evidencia; rechazar información incorrecta o irrelevante, considerar el